Adore

Psicoterapia y Prevención Infantil

 

Estíbalitz Vegas González (nº col. BI01743)
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Parto Natural

Definición:

En el parto natural los protagonistas de la experiencia son la madre y el bebé, son ellos los que marcan el ritmo del proceso y cuyas necesidades hay que respetar, dejando que la Naturaleza siga su curso, sin disturbios ni intervenciones innecesarias.

El parto en los Mamíferos:

El parto es un acontecimiento de la vida sexual y dicho proceso transcurre de forma muy similar en todos los mamíferos, incluidos nosotros, los humanos. La sexualidad es un todo: en todos los episodios de la vida sexual son las mismas hormonas las que se producen y el mismo escenario. Las hormonas responsables del proceso y algunas de sus funciones conocidas son:

-oxitocina: produce las contracciones, la salida de la placenta y promueve el comportamiento maternal. También conocida como hormona del altruismo u hormona del amor por hallarse presente en todas las manifestaciones de la vida amorosa: relaciones sexuales, parto, lactancia, ...y se da un pico especialmente alto en la hora que sigue al nacimiento.
-prolactina: productora de leche y también promueve el comportamiento maternal.
-endorfinas: es un opiáceo que produce analgesia natural. En el primer encuentro madre-bebé ambos se hallan impregnados en altas cantidades de endorfinas, y como los opiáceos pueden producir dependencia, este hecho puede contribuir a que no se separen o a que pasen más tiempo juntos.
-adrenalina: endurece el cérvix. En todos los mamíferos cuando se percibe alguna amenaza la secreción de adrenalina detiene el proceso de parto si este se halla en sus comienzos (dilatación), y lo acelera si este está a punto de finalizar (reflejo de expulsión). Esta forma de funcionar permite la huida ante un depredador, un incendio, o cualquier otra fuente de peligro. Inmediatamente después del parto la adrenalina hace que tanto la madre como el bebé estén alerta, se miren a los ojos con las pupilas dilatadas, ..., y que la hembra tenga un comportamiento más agresivo hacia los extraños para defender al bebé en caso necesario.


El parto en los Humanos:

A pesar de las diferencias con los otros mamíferos que tanto nos gusta subrayar, llamándonos a nosotros mismos seres racionales, el proceso de parto, en condiciones favorables es muy similar. Veamos la razón de ello:

Nuestro cerebro está dividido en tres estructuras:

-cerebro racional: neocortex, corteza cerebral, pensamiento abstracto, lenguaje, ...
-cerebro mamífero, instintivo o emocional: sistema límbico: emociones, memoria,...
-cerebro reptiliano o paleocortex: bulbo raquídeo, centro del cerebro: permite la supervivencia (respiración, ...)

El parto es una experiencia emocional que pertenece a la esfera sexual, regulada por hormonas segregadas por el cerebro instintivo o mamífero. El neocortex, nuestro cerebro racional, no solo no cumple ninguna función importante en esos momentos, sino que es necesario que no se active demasiado, ya que entonces inhibiría el cerebro instintivo, alterando entonces la respuesta hormonal.


La experiencia del Parto Natural:

Así una mujer que va a parir necesita estar en un lugar donde se sienta a gusto y segura. Esto es más fácil si es un lugar conocido o con el que se ha familiarizado (mejor aun si es el propio hogar, donde además las bacterias son conocidas, reduciendo el riesgo de infección). Necesita también, por las razones anteriormente expuestas, condiciones de intimidad: pocos ruidos, poca luz, pocas personas (en las que ella sienta confianza, que la apoyen, respeten y confíen en ella), tranquilidad (sin prisas), ...

Aquí el papel de la partera es el de asistir, es decir, estar disponible para cuando se la necesite, pasando lo más inadvertida posible la mayor parte del tiempo. Ante cualquier procedimiento la mujer es informada y es ella la que toma las decisiones, aunque es preferible que la comadrona conozca de antemano los deseos de la madre para evitar la interferencia del lenguaje (activador del neocortex).
La mayoría de las investigaciones apuntan hacia la hipótesis de que es el bebé el que “decide” el momento en el que va a nacer, y frecuentemente se subestima el trabajo que hace el bebé para salir del claustro materno. Por eso es importante para ambos que la mujer sienta que está acompañando al bebé en su esfuerzo.

En el comienzo del parto, durante la dilatación, la mujer ha de sentirse libre para moverse, cambiar de postura, ... En estas condiciones, frecuentemente y de manera espontánea, la mujer mueve la pelvis en círculos, balanceándose (facilitando el encajamiento del bebé), respirando profundamente (lo que asegura además grandes cantidades de oxígeno al bebé cuando más lo necesita). También ha de sentirse libre para dejar salir sus emociones (risa, llanto, enfado, miedo, ...) que irrumpen con toda su intensidad. Esto es tan importante que en algunas culturas las parteras animan a una mujer cuya dilatación se ha detenido a expresar sus resentimientos ocultos para lograr que el proceso se reanude.

El tan temido dolor puede mitigarse con movimiento, masajes, calor seco, baños de agua caliente, apoyo emocional, contacto corporal, el balanceo de una mecedora, ..., pero sobre todo abandonándose. Durante toda esta fase de hecho lo más importante es no ofrecer resistencia al trabajo que nuestro cuerpo está realizando, dejarse llevar. En la medida en que podamos relajarnos, las endorfinas vendrán en nuestra ayuda, llevándonos poco a poco a ese estado de “trance” que tiene su culminación en la coronación. Por supuesto es recomendable una preparación adecuada, que contemple la dimensión emocional del parto, tratando de reconectarnos con el instinto muchas veces perdido. Además el grito libera, es expansivo y disminuye la contracción. También la respiración profunda amplía la expansión.

Un apunte sobre el uso del agua en el parto. El agua, además de relajar, favoreciendo la aparición en escena de las endorfinas y por tanto calmando el dolor, ablanda los tejidos con lo cual la dilatación suele acelerarse. Esto es así sobre todo cuando ya se han pasado de los 5-6 cm, porque antes puede detener el parto (aunque no siempre es así, de hecho en mi caso ocurrió lo contrario). Para esto no son necesarias grandes instalaciones, basta una bañera normal y corriente y agua del grifo, aunque cuanto más grande será mayor la comodidad permitiendo más libertad de movimiento.
En algunas ocasiones se puede producir una pausa entre la dilatación y el momento en el que el bebé comienza a bajar por el canal de parto, que la mujer puede aprovechar para descansar.

Cuando la dilatación es completa la mujer puede seguir moviéndose entre contracción y contracción, o mantenerse en un lugar de rodillas, en cuclillas, de pie, a cuatro patas, ..., aunque no es necesario pensar sobre ello, el cuerpo sabe lo que es mejor en cada caso. Cuando el bebé se halla cercano a la salida, la madre puede ser testigo de la coronación si se le ayuda con un espejo o si ella misma lo sostiene. Esto, además de producir una gran satisfacción y alegría, permite ver el resultado del propio esfuerzo y comprobar que todo va bien. En el caso más favorable (posición cefálica) primero saldrá la cabeza, y después será el bebé el que rote para sacar un hombro, luego el otro, y finalmente el resto del cuerpo con ayuda de la siguiente contracción. Según la postura en la que se encuentre la mujer en ese momento, ella misma puede coger al bebé cuando salga o quienes le acompañan pueden dárselo inmediatamente, aunque hay matronas que prefieren “posar” al bebé hasta que sea la madre la que coja a su hijo/a.

No hay palabras para describir el primer encuentro, largamente esperado, entre una madre y su hijo/a. El bebé que inicialmente no puede ver más allá de unos 20 cm (la distancia que le separa de su madre cuando esta le amamanta) clava los ojos en su madre en cuanto está lo suficientemente tranquilo y tiene oportunidad. Para ello es necesario de nuevo recordar las condiciones de intimidad: poco ruido, luz tenue, ... Ya que hasta ese momento todos los estímulos le han llegado filtrados a través de su madre, y necesita tiempo para adaptarse a su nuevo medio. La madre le acaricia, le sonríe, le susurra, ...mientras poco a poco el va habituándose a la respiración aérea (¡hay tantas novedades de golpe!) y el cordón deja de latir. Este es el momento de cortarlo y no antes.
Continuando con este encuentro diremos que nos hallamos ante el momento privilegiado para el comienzo de la lactancia. En la primera hora tras el parto es cuando el instinto de succión es más fuerte y si no se aprovecha ese tiempo, dicha habilidad puede ir desapareciendo progresivamente. En el comienzo el bebé no busca el pecho para alimentarse, mama en busca de placer y para restablecer el contacto con su madre. La unión a través del cordón umbilical viene a ser sustituida de este modo por el contacto boca-pezón. El bebé no puede tener hambre, ya que el cordón acaba de cortarse (o aun no lo está), y aunque así fuese, el calostro no podría calmar esa hambre, porque aunque contiene una gran concentración de anticuerpos (muy importante de cara al sistema inmunitario), no tiene apenas calorías.
Este comienzo temprano de la lactancia tiene otras ventajas además del bienestar materno y de la criatura: reduce el riesgo de hemorragia, facilita la expulsión de la placenta y promueve un fuerte vínculo en la nueva pareja. También hace innecesarias muchísimas pruebas: si el embarazo y el parto han transcurrido con normalidad y si el bebé tiene buen aspecto, respira bien y mama correctamente no hay razón para sospechar que exista alteración alguna, y podemos dejar que siga disfrutando al lado de su madre mientras acontece el alumbramiento de la placenta. De esta manera se siente seguro y mantiene su temperatura. No es necesario bañarle, ni medirle.
Y después, según la hora y las apetencias, comer, dormir (juntos, en la misma cama), o seguir conociéndose mutuamente.
Las mujeres que han vivido de una forma natural su parto y no son separadas de su bebé tienen una rápida recuperación y no sufren de depresión post-parto.

Hasta ahora no he mencionado al padre. Para él también puede ser una experiencia muy enriquecedora que puede fortalecer la relación con su pareja y su implicación en el cuidado del hijo, a la vez que puede representar un importante apoyo para la mujer. Pero para que esto sea así, el hombre también ha de prepararse, porque también supone para él una experiencia muy intensa cargada de emociones. En un parto así, el padre no es un mero espectador y puede implicarse hasta donde la pareja lo desee: masajeando, sosteniendo, acariciando, ...


PARTO HOSPITALARIO O MEDICALIZADO:

En los hospitales ya no se asiste, en su lugar se interfiere constantemente en un proceso fisiológico natural que insisten en tratar como una enfermedad. En general se usan procedimientos que fueron desarrollados para situaciones críticas (para la patología), y utilizados de esta manera indiscriminada se convierten en perjudiciales para la madre y para el bebé. De hecho la Organización Mundial de la Salud redactó una serie de recomendaciones para paliar los efectos del abuso de la tecnología y la consecuente deshumanización del parto (entre otros, el aumento de cesáreas y de partos instrumentales). La mujer deja de ser la protagonista de su parto, no tiene ni voz ni voto, y el protagonista pasa a ser el médico que decide el ritmo del parto, según protocolos estandarizados o propia conveniencia (cambio de turno, propio cansancio, ...).

Cuando la mujer llega al hospital entra en un lugar extraño para ella, en el que no se le dan demasiadas explicaciones acerca de los procedimientos que allí se van a llevar a cabo, y mucho menos de los riesgos potenciales que ello pueda suponer. Esto puede generar miedo e inseguridad, liberando adrenalina y endureciendo el cérvix (haciendo la dilatación más dolorosa). Además al ingreso generalmente ha de responder a una serie de preguntas o rellenar unos cuestionarios. El lenguaje es una función del neocortex, y ya hemos visto como su activación inhibe el cerebro mamífero, influyendo por tanto negativamente en el proceso de parto. Otra circunstancia que activa el neocortex la constituyen las potentes luces de las maternidades, ya que la vista es el más intelectual de nuestros sentidos. También se hace a la mujer un reconocimiento en el que no se permite la presencia de la persona que viene a acompañarle. Esta actitud hacia el padre se va a repetir muchas veces a lo largo del parto: cada vez que se realiza un tacto, ... y lo que es más grave, ha de salir también cuando las cosas se complican (cuando se utiliza un instrumental o se realiza una cesárea), justo cuando más apoyo se necesita. La conjunción de estas circunstancias hace que muchas mujeres que en su casa han estado llevando muy bien su dilatación, comiencen a sentirla como mucho más dolorosa tras el ingreso en el hospital. En otros casos la ansiedad es tal, y el nivel de adrenalina tala alto que la dilatación puede llegar incluso a detenerse.

Para continuar, otro de los procedimientos de rutina en los hospitales es la amniotomía (ruptura de la bolsa). La bolsa mientras permanece intacta protege al bebé de infecciones. Además, aunque el porcentaje de casos no es muy alto y en la mayoría la bolsa se rompe espontáneamente antes de los 8 cm de dilatación, el bebé puede recorrer el canal de parto y nacer dentro de la bolsa, recibiendo por tanto en el trayecto menos presión sobre la cabeza y reduciendo la posibilidad de su moldeamiento y desalineación de los huesos craneales. Por otro lado. romper la bolsa aumenta el riesgo de comprensión en aquellos fetos que tienen el cordón alrededor de su cuello.

A las mujeres de parto no se les permite comer ni beber y se les abre una vía, a través de la cual en ocasiones se les administra suero glucosado.
En lugar de una auscultación intermitente se realiza una monitorización que puede ser externa continua o interna. La primera de ellas se realiza a través de las “correas” que se colocan a la parturienta, y la segunda colocando un electrodo en la cabeza del bebé. Ambas dificultan el movimiento (tan importante durante la dilatación), reducen la intimidad (en un momento en el que se necesita no sentirse observada, controlada), e incrementan el número de partos instrumentales y cesáreas porque resulta demasiado fácil interpretar como patológicas las variaciones normales del corazón fetal. Estar conectada a un monitor contribuye a la deshumanización del parto, ya que frecuentemente, tanto los profesionales como los acompañantes tienden a mirar más a la máquina que a la mujer. Respecto de la monitorización interna añadir que para realizarla es imprescindible romper la bolsa y lesionar el cuero cabelludo del bebé, incrementando el riesgo de infección para ambos.
La administración de oxitocina acelera e intensifica artificialmente las contracciones, imponiendo un ritmo que no es el propio y haciendo el parto más doloroso. Como para ello es necesario un gotero se dificulta además la movilidad.

Se acostumbra a tumbar a la mujer incrementando el dolor de espalda (especialmente en esos partos llamados “de riñones”) y dificultando la circulación de la sangre, ya que el útero presiona sobre los vasos retro peritoneales, aorta y vena cava (ésta como tiene poca presión se aplasta y disminuye de calibre). El aporte de oxígeno es muy importante tanto para la madre como para el hijo ahora que ambos están haciendo un gran esfuerzo, por lo que una mala circulación puede conllevar diferentes complicaciones en la mujer (disnea, cianosis, colapso corporal, sensación de muerte, y en circunstancias especiales, hasta la muerte), y en el bebé constante sufrimiento fetal. En posición erecta tenemos a la gravedad de nuestra parte, resultando el trabajo del útero dos veces más eficaz para dilatar el cérvix. Tumbada la dilatación es más lenta y existe más probabilidad de complicaciones, en parte porque la presión que el feto y la bolsa ejercen sobre el cérvix, es desviado a la parte posterior del útero. El segundo estadío del parto también se hace más largo en esta postura y nuevas complicaciones vienen a añadirse:

- el canal del parto se transforma en una curva hacia arriba, dificultando la salida del feto y su rotación.
- el canal del parto se estrecha, haciendo necesario más esfuerzo por ambas partes y aumentando la frecuencia de lesiones (rupturas, dislocaciones, ...)
- mucha fuerza se pierde (por ejemplo el potencial de la musculatura de las piernas)
- con los pies en los estribos los desgarros son más frecuentes y graves


Todos estos factores contribuyen a provocar mayores lesiones en el suelo pélvico, más déficits funcionales y estructurales en la vejiga, y a hacer que la cabeza fetal se encuentre apretada más tiempo y con más fuerza . La postura de litotomía incrementa la posibilidad de retención placentaria, y algunas de las maniobras empleadas en esos casos incrementan el riesgo de rotura de la placenta, y de hemorragias. Además en la manera en que se lleva a cabo el parto, la mujer no puede ver nada de lo que está ocurriendo en su propio cuerpo, pudiendo descentrarse o preocuparse sin motivo.

Otra de las prácticas habituales cuestionadas por la O.M.S. es la episiotomía. En la mayoría de las ocasiones el corte realizado es mayor que el posible desgarro y exige una recuperación más larga y dolorosa, con más molestias en posteriores relaciones sexuales (y reanudadas más tardíamente). Si los puntos se infectan se complica más la situación, aunque según datos de Cruces, esto ocurre sólo en uno de cada diez casos (10%).

Además hay que considerar no sólo el riesgo potencial de cada práctica por separado, si no el hecho de que cada procedimiento, cuando es empleado de forma innecesaria, pide otro, entrando en una espiral de la que es difícil salir. Por ejemplo, la postura de litotomía puede enlentecer la dilatación, con lo que hace más probable la administración de oxitocina, y el dolor que este provoca puede hacer necesaria una anestesia, que a su vez puede provocar fiebre, con lo que administran un antibiótico y se aumenta la larga lista de pruebas que sufrirá el recién nacido.

No estoy en contra de los hospitales ni del uso de la tecnología, pero si de su abuso (ejemplo de la escayola). Todo el tiempo me estoy refiriendo a partos normales (que lo son la gran mayoría), pero en los que no lo son, el trato humano y el apoyo emocional siguen siendo igual de importantes (rectifico, lo son aun más) y la mujer debe ser informada de lo que ocurre y de lo que se pretende hacer con ella y su bebé, dándole la libertad de opción cuando ello es posible.

Cuando el bebé finalmente aparece, se encuentra con unas potentes luces que le ciegan, con ruidos que le molestan y prisas, en lugar de la calma y la seguridad que precisa en el primer encuentro con su madre.

Habitualmente se pinza y corta el cordón inmediatamente, sin esperar a que deje de latir y sin dar tiempo a una adaptación progresiva a la respiración pulmonar (peligro de privación de oxígeno al cerebro). Además, la sangre que llega durante el tiempo que el cordón permanece intacto, proporciona un aporte extra de hierro que funciona como reserva el tiempo que dura la lactancia.

Después se separa al bebé de su madre durante un tiempo variable para bañarle (quitándole la protección natural de su piel), medirle (estirando su columna), pesarle y hacerle una serie de pruebas, variable según el centro. Esta separación dificulta la expulsión de la placenta (si la nueva pareja permanece unida la situación emocional se acompaña por la liberación de oxitocina), interfiere en la lactancia, aumenta el riesgo de depresión post-natal, hace que el bebé se encuentre inseguro y hace necesario el uso de una cuna térmica para que no pierdan calor. De cara a la prevención estamos en un momento privilegiado a preservar: las hormonas relacionadas con el instinto maternal desaparecen aproximadamente una hora después del nacimiento. La madre que no sufre esa separación siente que ese es su hijo y siente deseos de cuidarlo y de protegerlo, y es capaz de reconocer su llanto y su olor al de unas pocas horas (también el bebé es capaz de reconocer a su madre por el olor para entonces). Sin embargo, cuando el bebé ha sido separado, es necesario decirle quién es su hijo y la mujer ha de hacer un sobre-esfuerzo intelectual, creérselo y ponerse a sí misma en el papel de madre (por supuesto todo varía en función del tiempo se separación). No quiero decir con esto que las hormonas presentes en la primera hora de vida no vuelvan a aparecer, ya que vuelven a estar presentes durante la lactancia y otras situaciones de intimidad y contacto especiales, sino que el momento inmediatamente después del nacimiento es privilegiado para el inicio del vinculo porque el pico hormonal que se produce entonces es mas intenso que en otros momentos.

Los procedimientos a los que se somete a un recién nacido son muchos, y aunque los hay más agresivos (al menos aparentemente), voy a citar uno en concreto por su importancia en el primer encuentro con su madre. Ya hemos comentado la importancia de la mirada, sin embargo este hecho es totalmente ignorado cuando se suministra unas gotas en los ojos del bebé, mermando en grado diverso su capacidad visual, y entorpeciendo por tanto su comunicación visual (no es de extrañar que muchas personas crean aun que los bebés tardan varios días en abrir los ojos).


CONCLUSIONES. EL PARTO Y NUESTRA SOCIEDAD:

El parto natural supone respeto y confianza en el cuerpo, en las mujeres y en la Naturaleza (en definitiva, en la vida). Estas actitudes chocan abiertamente con el parto medicalizado y los ideales en los que se entronca, que son también los de la sociedad machista y patriarcal en la que vivimos: acento en la racionalidad, fe ciega en la técnica (por la necesidad de control), necesidad de jerarquías, desvalorización de lo emocional, corporal, animal...(desprecio por la vida).
En el parto natural una mujer sana y su bebé comparten una de las experiencias más intensas de su vida. El bebé sale al mundo y su madre le acompaña en su camino y le acoge a su llegada. En el parto hospitalario el intervencionismo médico roba el protagonismo de ambos, tratando a la mujer como a una enferma y sacando al bebé de su cuerpo.

El parto es un importante momento de transición a preservar por su importancia en el inicio del vínculo madre-bebé, y sus consecuencias para el desarrollo y la salud física, psíquica y emocional a corto, medio y largo plazo. Esto es especialmente cierto para el nuevo ser, pero también para la madre. La mujer que ha podido disfrutar de la experiencia del parto natural sale satisfecha, fortalecida y enriquecida como persona. Se siente capaz, con fuerzas y ganas para abordar ese reto tan importante que supone la crianza. Comienza su andadura por el camino de la maternidad mejor equipada, con las hormonas de su parte y con una confianza en su hijo, al que ha visto y sentido nacer, que le será de gran ayuda en muchísimos momentos.
Sin embargo, aunque creo que el parto condiciona (como también el embarazo), no creo que sea determinante. El ser humano es lo suficientemente plástico para compensar un parto por terrible que este halla sido y a ello pueden contribuir las experiencias posteriores (especialmente durante los 6-7 primeros años de vida). A veces las cosas no salen como nos hubieran gustado y empeoramos la situación culpabilizándonos. En estos casos hay que hacer lo posible por sobreponerse, buscar ayuda si es necesario y tratar de centrarse en la crianza (una lactancia satisfactoria, por ejemplo, puede hacer mucho por mejorar la situación).
Tampoco cuando el parto ha sido maravilloso podemos quedarnos ahí. El parto no es una panacea, es un paso, y no puede desvincularse de la crianza posterior. No tiene mucho sentido hacer un parto natural si a partir de ese momento vamos a desoír su llanto (“se tiene que acostumbrar” suelen decir), ignorar su necesidad de ser cogido en brazos, de contacto corporal, si pretendemos alimentarle a golpe de reloj, ...Aquí es vital la coherencia.
Cita de Montserrat Catalá : “Realmente me parece importante no cortar el cordón mientras lata para que inicie su respiración tranquilamente, pero me preocupa igualmente las muchísimas veces mas que les cortaremos las alas para que no vuelen más allá, para que se ciñan a lo acordado, a lo establecido”.

SITUACIÓN ACTUAL. OPCIONES REALES:

Aquí las recomendaciones de la O.M.S están muy lejos de cumplirse, y es Holanda el país europeo que más las respeta. Más del 30% de las holandesas paren en casa y es el propio estado el que sufraga los gastos (de hecho, no cubre los gastos del hospital si el parto no es de riesgo). Los resultados de esta política son las más bajas tasas de cesárea y partos instrumentales acompañadas de las mejores estadísticas de muerte perinatal.