Existe una estrecha relación
entre el tipo de sociedad en que se vive, la vivencia y la práctica
de la sexualidad en ella. Aunque la antropología nos brinda gran
cantidad de datos al respecto, voy a centrarme exclusivamente en lo
que a nosotros nos incumbe más directamente: nuestra sociedad
y su influencia sobre nuestros partos y lactancias.
Además de ver la influencia de la actitud ante la sexualidad,
mencionaremos otros de los valores que sustentan tanto nuestra sociedad
patriarcal y consumista, como el tipo de partos que en ella se practican,
partos hospitalarios caracterizados por el intervencionismo masivo y
el protagonismo del médico en detrimento de la mujer, de su bebé
y de la salud de ambos.
Estos mismos valores se
hallan a la base de la lactancia reglada y de otros elementos de la
crianza muy extendidos en la actualidad, como por ejemplo la desatención
del llanto en los bebés, el escaso contacto corporal, ...
Nuestro cerebro está
dividido en tres estructuras:
-cerebro racional: neocortex. Se localiza en la corteza cerebral y es
el “responsable” del pensamiento abstracto, el lenguaje,
... Es lo que distingue a nuestra especie del resto.
-cerebro mamífero, instintivo o emocional: Constituido por el
sistema límbico y sede de nuestras emociones, de la memoria,...
Presente en todos los mamíferos.
-cerebro reptiliano o paleocortex: bulbo raquídeo, situado en
el centro del cerebro. Permite la supervivencia al controlar funciones
vitales como la respiración, el pulso, ... También es
la sede de las respuestas instintivas de ataque y huida. Es la parte
que tenemos en común con los reptiles.
Pues bien, el parto y la lactancia son experiencias
emocionales que pertenecen a la esfera sexual, reguladas por las mismas
hormonas que se producen durante el acto sexual (oxitocina, adrenalina,
prolactina, endorfinas, ...), y que son segregadas por el cerebro instintivo
o mamífero. El neocortex, nuestro cerebro racional, no solo no
cumple ninguna función importante en esos momentos, sino que
es necesario que no se active demasiado, ya que entonces inhibiría
el cerebro instintivo, alterando entonces la respuesta hormonal.
Experiencia emocional y sexual versus Intervención Quirúrgica
Sin embargo, con la medicalización
se intenta des-sexualizar el parto, y convertirlo en una intervención
quirúrgica más. En el parto natural la comadrona está
en estrecho contacto físico con la parturienta, agachada frente
a su cuerpo desnudo en una atmósfera de fluidos e intensos olores
corporales. En el parto hospitalario la distancia y la posición
respecto de la mujer cambia radicalmente, y los olores naturales no
se aprecian bajo el potente olor a desinfectante. Aun así, y
por si acaso, se impone el uso de mascarilla.
Pero la consideración de la sexualidad como algo pecaminoso y
sucio, fruto de la tradición judeo-cristiana, se manifiesta aun
en más aspectos del parto. En algunas culturas todavía
se realizan ritos tras el parto, o incluso se aísla a la mujer
durante un tiempo determinado por considerarla impura, separándola
incluso de su propio hijo y privando a éste de los beneficios
del calostro. En nuestro entorno el rito de “purificación”
se disfraza de “prevención higiénica”, y constituye
una más de la larga lista de intervenciones médicas en
un parto hospitalario. Me estoy refiriendo a la costumbre de bañar
al recién nacido inmediatamente después de su nacimiento.
El bebé no está sucio, sólo lo cubre una capa de
grasa protectora que la misma piel absorberá, y quizás
algo de sangre, sólo fluidos corporales. Sin embargo, el paso
por la vagina sigue inquietando, y despertando algunas identificaciones
profundamente grabadas en el inconsciente (sexo=sucio=malo=pecado).
Además, la separación de la madre entorpece el inicio
de la lactancia en el momento en el que el instinto de succión
es mas fuerte, y el inicio de la vinculación madre-bebé
en un momento privilegiado por el pico hormonal en la primera hora tras
el nacimiento.
Pues bien, aunque en nuestra
sociedad aparentemente la sexualidad halla dejado de ser tema tabú
(al menos es lo que podría pensarse vistas las imágenes
que nos ofrece a diario tanto las películas, como la publicidad,
...) la realidad es bien distinta. Todo esto es sólo un escaparate,
tras el que se esconde la más dura represión hacia la
sexualidad más natural. Freud fue el primer autor que habló
de la existencia de la sexualidad infantil, descubrimiento que sacudió
la sociedad victoriana de su época. Hoy en día todos los
profesionales de la salud reconocen, al menos en teoría, que
la sexualidad es una manifestación más de su nuestra naturaleza
que se halla presente desde el momento de nuestro nacimiento hasta el
final de nuestros días. Sin embargo en la práctica, el
placer parece restringido exclusivamente al mundo de los adultos.
Cuando un bebé nace encuentra sus mayores experiencias de placer
en torno a su boca, chupando objetos, sus manos, ... pero especialmente
en relación a la lactancia materna. En nuestra sociedad la lactancia
materna es un bien escaso, que cuando se da apenas se mantiene unos
meses y el tiempo que perdura frecuentemente acontece a golpe de reloj.
La lactancia reglada también deja fuera el placer y convierte
una experiencia sexual en un acto mecánico regido por el reloj.
Esto ocurre así, a pesar de las recomendaciones de la O.M.S.,
de UNICEF, e ignorando
el hecho de que la lactancia no sólo
satisface unas necesidades de nutrición (para lo cual el bebé
además está perfectamente capacitado para auto-regularse),
sino de contacto, seguridad y placer del recién nacido. Bien
sabemos las que amamantamos a demanda, especialmente si es más
allá del primer año de edad, como se tilda enseguida de
“vicio” la petición del pecho por parte del bebé.
Otro tanto ocurre cuando el bebé no encuentra más consuelo
que su propio pulgar.
La represión se hace mucho más patente en torno a los
3 años de edad, momento en el que niños y niñas
comienzan a experimentar sensaciones genitales placenteras y sienten
la necesidad de explorar su propio cuerpo y el de otros compañeros
de juego. Cuando un niño/a comienza a tocarse los genitales la
reacción de su entorno más cercano es de desaprobación
que puede manifestarse de formas diferentes (castigo físico,
crítica, reacciones de miedo, preocupación, insultos,
intentos de distracción, reprimendas, burla, gestos de enfado,
de asco...), y a través de ellas comienza a considerar esas sensaciones
como algo “malo”, “sucio” o “pecaminoso”.
Emoción
y Sensación versus Racionalidad
Nuestra sociedad rechaza
también la expresión de las emociones, considerándolo
algo inferior y “propio de mujeres”. Así nos definimos
como “seres racionale“seres emocionales”. Frecuentemente
huimos de esta realidad que nos hace vernos a nosotros mismos más
animales, más impredecibles, más vulnerables.
Los bebés nada mas nacer han de pasar por un montón de
pruebas y todavía hay quien afirma que no se enteran de nada.
El moldeamiento para la represión de las emociones comienza muy
pronto a través de la censura y la desatención. Nos dicen
que los bebés lloran por llorar y que no hay que hacerles mucho
caso, y si este método falla siempre se puede usar un chupete-tapón
y cuando es capaz de echarlo fuera aun quedan las reprimendas y desvalorizaciones
varias (“si lloras ya no te quiero”, “lloras como
una niña”, “que feo te pones cuando lloras”,
...).
El parto es un momento
de apertura, por eso, si la mujer logra permitírselo, puede sorprenderse
de la cantidad de emociones que emergen en esa experiencia (rabia, llanto,
desamparo, ...), así como de su intensidad. Puede ser de utilidad
todo lo que ayude a relajarse y a abandonarse: apoyo, un lugar cómodo
y acogedor, un baño de agua caliente, masajes, la libertad de
movimientos, permitir que el grito surja (es expansivo), ... Sin embargo
en nuestras maternidades se prefiere que la mujer de a luz calladita
y desconectada de sí misma. Para ello nada mejor que la epidural.
El Dolor en nuestra
Sociedad. Dolor versus Sufrimiento
Vivimos en una sociedad que trata de eliminar
el dolor a toda costa, olvidando que cumple una función vital:
es una señal de aviso. Aparece cuando algo en nuestro organismo
no funciona bien, cuando acumulamos una tensión excesiva (física,
psíquica o emocional), cuando nos hacemos una herida, ... El
dolor no es un enemigo, sino un aliado. El dolor en el parto nos habla
de hipertensiones musculares pelvianas que están interfiriendo
con este acto fisiológico, que hay una contracción y que
es necesario abrirse, relajarse. Durante el parto se ha de abrir un
lugar que ha permanecido rígidamente cerrado, en el que se contiene
mucha tensión emocional (debido a un control de los esfínteres
excesivamente rígido o precoz, a la sexualidad infantil reprimida,
...). Además todo músculo hipertenso es doloroso a la
extensión y el dolor se intensifica más aun, si, como
defensa frente a él, la hipertonía se acentúa.
De hecho, existe constancia de que entre las mujeres de algunos pueblos
primitivos donde la sexualidad se vive de una forma mas natural, los
partos son, por lo general, poco o nada dolorosos.
Confianza en la
Naturaleza versus Confianza en la Técnica
Pero el control en el parto hospitalario
no persigue solamente la eliminación del dolor. En la sociedad
patriarcal la ciencia y la técnica constituyen instrumentos de
poder, y tras la Segunda Guerra Mundial, facetas tradicionalmente femeninas
se convirtieron también en su objeto de estudio y manipulación.
Así, cuando los hombres irrumpieron en los partos en forma de
médicos, sustituyendo a las comadronas, la asistencia se convirtió
en control. Los médicos no confían en los cuerpos de las
mujeres, confían en las máquinas. Y sus intentos de mejorar
a la propia Naturaleza han tenido como consecuencia múltiples
errores. De hecho, las recomendaciones de la Organización Mundial
de la Salud se redactaron precisamente con la intención de paliar
las negativas consecuencias del uso excesivo de la tecnología
en el parto.
A pesar de ello las mujeres paren rodeadas cada vez de mas máquinas
y de menos calor humano. En esta misma sociedad a muchas mujeres les
inculcan la idea de que su leche no es buena, o que no tiene suficiente
para alimentar a su bebé, y que precisa de la de fórmula
que es igual o incluso mejor que la suya propia (le dicen). ¡!Si
hasta venden aparatos que se suponen que identifican los motivos del
llanto de los bebés (como si una máquina pudiera hacerlo
mejor que la propia madre)!!!. Pues sí, eso se defiende, que
no importa mucho quien se ocupe del bebé, que la madre puede
ser sustituida por cualquiera (hasta por una máquina), y que
no importa tanto si es criado por ella o por otra cuidadora que se ocupa
de otra media docena mas.
Autogestión versus Consumismo
Todo esto está también en estrecha
relación con nuestro sistema económico: el capitalismo.
Para realizar un parto natural no se necesita apenas nada. Sin embargo,
en un parto hospitalario la lista de utensilios, medicamentos y máquinas
considerados ya imprescindibles es muy larga y no deja de ampliarse.
Todo esto sostiene a una industria que crece al mismo ritmo que el intervencionismo
médico.
Por otro lado, alrededor de la crianza también hay una industria
cada vez mas potente que nos ofrece cunas, cochecitos, sillitas, biberones,
chupetes, juguetes para niños de meses cada vez mas sofisticados,
... como elementos imprescindibles en el primer año de vida del
bebé. Cuando lo realmente imprescindible para criar y alimentar
al bebé es su madre. Y este es otro gran problema. En nuestra
sociedad no interesa que la madre permanezca con el bebé, sino
que se incorpore lo antes posible a su puesto de trabajo para que siga
produciendo y consumiendo. De hecho, aparentemente hemos avanzado mucho
respecto de la consideración de las mujeres en el mundo laboral,
pero no echemos cohetes al aire. El cambio ha sido en gran parte sólo
superficial, y frecuentemente una mujer ha de rechazar parte de su naturaleza
femenina y maternal si quiere formar parte del mundo laboral. Así
los embarazos y los hijos son valorados negativamente, como una carga,
ya que no encajan en el mundo de productividad generado por la sociedad
patriarcal.
Incluso en el mundo feminista, aun habiendo lugar para la menstruación,
el aborto y la menopausia, parto y lactancia siguen siendo ignoradas.
Ana Cachafeiro y Casilda Rodrígañez, autoras de “La
represión del deseo materno y el estado de sumisión inconsciente,
expresan claramente la trampa en la que el movimiento feminista ha caído,
mostrando el caro precio pagado por unos escasos derechos, condicionados
además, al mantenimiento del sistema y al actual estado de las
cosas:“(...), si sólo renunciando a la maternidad puede
la mujer dejar de ser inferior, de alguna manera se está admitiendo
que la maternidad confiere status de inferioridad”
Feminidad versus
Masculinidad
En nuestra sociedad patriarcal,
que ha puesto siempre el acento en lo masculino, las funciones femeninas
han sido menos estudiadas, permaneciendo rodeadas de un halo de misterio
y miedo a lo desconocido, siendo consideradas muchas veces como algo
doloroso y lleno de peligros. De hecho, existen gran cantidad de ritos,
costumbres, prohibiciones y supersticiones en torno a la menstruación,
el embarazo, el parto y la lactancia, y muchas de ellas minan la autoestima
de muchas mujeres, y la confianza en sus propios cuerpos para parir
y para amamantar a sus hijos.
Autonomía y Responsabilidad
versus Control y Sumisión
El abuso del control en el parto, aparte de
graves consecuencias físicas, crea una situación muy distinta
a la del parto natural, y que se relaciona también con el fomento
de la sumisión y el abandono de la propia responsabilidad que
conviene a nuestra sociedad de masas.
En el parto natural una mujer sana y su bebé comparten una de
las experiencias más intensas de su vida. El bebé sale
al mundo y su madre le acompaña en su camino y le acoge a su
llegada. En el parto hospitalario el intervencionismo médico
roba el protagonismo de ambos, tratando a la mujer como a una enferma
y sacando al bebé de su cuerpo.
El inicio de la maternidad para la madre y de la vida para el bebé
vienen fortalecidos en el parto natural por el uso de los propios recursos,
y por el placer de estar juntos. De esta manera se potencia la maternidad
instintiva, y es más probable que esa madre se deje llevar por
la ternura que le inspire su hijo, y la sabiduría que éste
despliega ante sus ojos.
En un parto medicalizado el inicio de la maternidad y el inicio de la
vida del bebé quedan marcados por la dependencia y la sumisión
a los profesionales, y por el desierto afectivo.
Los estudios antropológicos nos muestran
además la existencia de una estrecha relación entre el
tipo de sociedad, y la actitud ante el inicio de la vida y ante la diada
madre-bebé en los primeros años de vida.
En las sociedades matrifocales el tejido social ha sido constituido
para el bienestar y la conservación de la vida, y en consonancia
con esto, existía en ellas una confianza en la vida humana autorregulada.
Esto implica necesariamente un profundo respeto hacia la maternidad,
y por lo tanto una protección del vínculo entre la madre
y el bebé desde el inicio de la vida hasta, según el tipo
de cultura, un intervalo que puede ir desde los 3 a los 6-7 años
de vida.
Por otro lado existe en nuestra sociedad una oposición a la práctica
del parto natural, y la censura por omisión a sus grandes beneficios
y ventajas. El parto natural no sólo no interesa, sino que despierta
recelos y desconfianza, porque un inicio diferente de la vida puede
traer consigo consecuencias indeseables para el actual estado de las
cosas.
El parto natural supone respeto y confianza en el cuerpo, en las mujeres
y en la Naturaleza (en definitiva, en la vida). Estas actitudes chocan
abiertamente con el parto medicalizado y los ideales en los que se entronca,
que son también los de la sociedad machista y patriarcal en la
que vivimos: necesidad de jerarquías, acento en la racionalidad,
fe ciega en la técnica (debido a la necesidad de control), desvalorización
de lo femenino, lo emocional, lo corporal, lo animal, lo natural, ...
(en definitiva, desprecio por la vida).
Hemos dado algunas pinceladas acerca de los
valores que sustentan a nuestra cultura de masas, y a su presencia en
el parto y en la lactancia como medio perfecto, además, de perpetuar
un estado de las cosas que convienen a nuestro sistema económico
y social. Nacemos y crecemos alejados de nuestros ritmos naturales,
perdiendo desde el inicio la sintonía con la Naturaleza, desatendidos
en nuestras necesidades más básicas en ese momento, sometidos
al control de las máquinas y a la cadena de producción
en que se están convirtiendo las maternidades. Al nacer el bebé
ya no es acogido por su madre, meciéndole, acariciándole,
amamantándole y regalándole la mejor de las bienvenidas:
una mirada y una sonrisa que le dicen lo especial que es para ella.
En su lugar es sometido a un montón de pruebas por alguien para
quien es, un niño más entre muchos. Se ha iniciado el
moldeamiento necesario para formar parte de una cultura de masas, para
formar parte del rebaño. Nos quieren sumisos, atenazados por
el miedo desde el principio, y no hay mejor modo de lograrlo que comenzar
cuando somos más vulnerables, desde el nacimiento (o incluso
antes) y durante la primera infancia. Por eso la transformación
de la sociedad pasa necesariamente por una revolución del nacimiento
y de la crianza.
Charla impartida por Estíbalitz
Vegas Gonzalez, psicóloga para la Jornada sobre "Parto,
Lactancia y Crianza para la mujer de hoy” organizada por la Asociación
AMAMANTAR. Hospital Monte Naranco. Oviedo. Sábado, 29
Noviembre 2003
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